Final UEFA 2001

Nueve goles, dos tarjetas rojas y un gol de oro. La final de la Copa de la UEFA de 2001 entre Liverpool y D. Alavés

Aquella épica derrota del Alavés

Nueve goles, dos tarjetas rojas y un gol de oro. La final de la Copa de la UEFA de 2001 entre Liverpool y Alavés fue inolvidable.

La final de la Copa de la UEFA 2000-2001 fue un partido de fútbol disputado entre el Liverpool Football Club de Inglaterra y el Deportivo Alavés. Se desarrolló en el estadio Westfalenstadion de Dortmund, Alemania, el 16 de mayo de 2001 frente un público de 48 000 personas. Se trató del último encuentro de la Copa de la UEFA 2000-01, segunda competición organizada por la Unión de Asociaciones de Fútbol Europeas (UEFA) por prestigio e importancia. El encuentro fue la primera final para Los babazorros y la tercera para el Liverpool, ganador de esta competición en 1973 y 1976.
Ambos equipos debieron superar seis fases previas para llegar a la final. El Liverpool ganó sus seis series de forma ajustada, ya que ninguna finalizó con un marcador global superior a dos goles. Por su parte, el Alavés ganó sus enfrentamientos con algo más de holgura, incluyendo un global de 9-2 ante el Kaiserslautern alemán.
En el encuentro decisivo, Liverpool comenzó ganando rápidamente a los 4 minutos de juego con gol de Markus Babbel, y de Steven Gerrard a los 16 minutos. No obstante, a mediados del primer tiempo, Iván Alonso descontó para el conjunto español, y al minuto 43 Gary McAllister de penal, anotó el 3-1. En el inicio del segundo tiempo, el Alavés con dos goles Javi Moreno alcanzó el empate 3-3. El club inglés volvió a ponerse en ventaja con gol de Robbie Fowler al minuto 76. Sin embargo, faltando un minuto para el fin del tiempo regular, Jordi Cruyff empató el partido. Con el resultado de 4-4, el encuentro pasó a la prórroga, y sobre su final, con un autogol defensor Delfí Geli Liverpool se adelantó por 5-4, y como era válida la regla de gol de oro, el encuentro se dio inmediatamente por terminado, lo que significó el triunfo de los Reds. Con la victoria, el Liverpool completó un triplete, ya que anteriormente había ganado la FA Cup y la Copa de la Liga.

texto: uefa.com

117 minutos

En una de las finales más emocionantes y con mayor número de goles de la historia de las copas de Europa, el Liverpool ha conquistado la Copa de la UEFA tras un intenso partido que se resolvió con un "gol de oro" en la prórroga, marcado en propia puerta por Geli. El Alavés fue un dignísimo finalista, y como en toda la campaña en la Copa de la UEFA en ningún momento dio por perdido el encuentro, pese a que siempre estuvo por detrás en el marcador y acabó con tan sólo nueve jugadores sobre el campo. El equipo vitoriano salió asustado al campo, como impresionado por el ambiente y la entidad del rival. El Alavés regaló los primeros quince minutos al Liverpool y acabó pagándolo caro. A los reds les bastaron cuatro minutos para adelantarse en el marcador por mediación de Babbel, al cabecear un balón a placer en el segundo palo. Apenas doce minutos más tarde Gerrard se aprovechaba de un magnífico pase de Owen para plantarse solo ante Martín Herrera y batirle por bajo. La final pareció quedar casi sentenciada con este tempranero 2-0. Mané tomó entonces la decisión de corregir su esquema inicial de tres centrales por un más ofensivo 4-4-2, dando entrada a Iván Alonso. El gol del delantero alavesista pareció dar nuevos ánimos a los vitorianos, pero un nuevo despiste defensivo antes del descanso permitió a Owen forzar un claro penalti que McAllister no desaprovechó para establecer un claro 3-1.

Tras el descanso, el Alavés salió decidido a remontar el encuentro, y en apenas cinco minutos logró igualar el partido gracias a dos goles de Javi Moreno, el primero de cabeza y el segundo de libre directo. El sueño de la victoria parecía más cercano para los vitorianos, pero entonces apareció Robbie Fowler para culminar una jugada personal y lograr el 4-3. El partido era un carrusel de goles, y Jordi Cruijff logró empatarlo de nuevo en las postrimerías del tiempo reglamentario al cabecear un balón a la salida de un córner. El Alavés había realizado un encomiable esfuerzo, y en la prórroga quedó debilitado, más aún tras la expulsión de Magno. Cuando parecía que los penaltis iban a ser el mal menor, más aún tras la nueva expulsión de Karmona, se produjo la desgraciada jugada en la que Geli marcó en su propia meta al desviar el balón en una falta botada por McAllister desde la izquierda. El partido acabó en ese momento con el "gol de oro" que suponía el 5-4 final, y mientras los jugadores del Liverpool celebraban por todo lo alto el título, los vitorianos quedaron tendidos sobre la hierba llorando su desgracia. La grandeza y la miseria del fútbol fueron una vez más de la mano en el Westfalenstadion.

Video

A día de hoy todavía hay muchos alavesistas que no hay querido volver a ver el partio.

Recibimiento
Como auténticos campeones

Miles de vitorianos improvisaron un 4 de agosto para reconfortar al «verdadero ganador de la UEFA»
El fútbol tiene esa rara habilidad de aglutinar razas distintas, edades enfrentadas, profesionales liberales, barrigudos y emigrantes, funcionarios, embarazadas y parados, descreídos, 'maquineros', andereños y niños bien. El fútbol es raro.

La plaza de la Virgen Blanca, escenario de vencedores, aún siendo en verdad vencidos, reeditó ayer una nueva estampa, de ésas que agarrota el estómago y exorciza los malos espíritus. Los vitorianos que ayer cubrieron de paraguas y agradecimiento la plaza de Celedón eran todos distintos, todos iguales, todos del mismo color.
Aguardaron bajo la lluvia el momento de rendir honores a sus héroes, izados en el podio más alto de la ciudad. Y lo hicieron con la impaciencia de quien tiene una deuda importante que pagar.

Todos con Mercury
No en vano, veinticuatro horas antes les habían visto dejar los tacos y las tripas en un campo que se tornó en una vertiginosa cuesta arriba. Les habían visto acribillar a goles la portería inglesa cuando todo Liverpool se desmelenaba para celebrar su tercera copa. Y, sobre todo, les habían visto llorar, sin apenas fuerza para ello, cuando la suerte se volvió roja y los dioses llamaron a su reino a la escuadra de Anfield.
Tenían que decirles y así lo hicieron, empezando por Mané y acabando por Gañán, que nunca olvidarían su coraje, que nunca olvidarían la emoción de cada gol y, muy especialmente, que a todos los efectos, «nosotros somos los campeones». Así lo cantó Freddy Mercury, Delfina Torres, una viuda de 71 años; Iker Lanzabal, un enconfrador de Zaramaga; y Susana Martín, una quinceañera enamorada de Iván Alonso, del 'piercing' y de Alejandro Sanz.
Y así lo corearon también, reconfortados, aliviados, enamorados con el cálido abrazo de Vitoria, los hombres que han ubicado la capital vasca en el mapa de Europa y del mundo entero. «Lo que han hecho estos chavales por esta ciudad vale por dos 'Guggenheim'», soltó, presa del entusiasmo, Mauricio Arrieta. «Valen su peso en oro», apostilló con la mirada clavada en una balconada que ayer destilaba magia.

Besos al cielo
Rufina Moreno no fue menos. Se dejó los tacones, el cardado de peluquería y la garganta en una plaza que nunca antes la había visto de esa guisa. Eso es botando, agitando las manos y soltando millones de besos al cielo de la balconada. «A mí el fútbol no me gusta. Pero el Alavés es otra cosa, algo muy nuestro. Y ayer consiguió hacerme llorar. De emoción y de pena. Tenía que venir a animarles y a decirles que nos sentimos orgullosos de lo que han hecho», dijo de carrerilla.
El azar quiso que Kali Mustafá, un vitoriano de Tánger, presenciara el hermanamiento de sangre que ayer se selló para siempre frente a la Virgen Blanca. Sus ojos negros se quedaron cortos para grabar el hechizo Alavés-afición. «Es bonito, pero raro», acertó a decir.

Fuente: El Correo

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